El sombrerón
El sombrerón
recorre los portales... En aquel apartado rincón del mundo, tierra prometida a
una Reina por un Navegante loco, la mano religiosa había construido el más
hermoso templo al lado de la divinidades que en cercanas horas fueran testigo
de la idolatría del hombre—el pecado más abominable a los ojos de Dios—, y al
abrigo de los tiempo de montañas y volcanes detenían con sus inmensas moles.
Los religiosos encargados del culto, corderos de
corazón de león, por flaqueza humana, sed de conocimientos, vanidad ante un
mundo nuevo o solicitud hacia la tradición espiritual que acarreaban navegantes
y clérigos, se entregaron al cultivo de las bellas artes y al estudio de las
ciencias y la filosofía, descuidando sus obligaciones y deberes a tal punto,
que, como se sabrá el Día del juicio, olvidábanse de abrir al templo, después de
llamar a misa, y de cerrarlo concluidos los oficios...
Y era de ver y era de oír y de saber las
discusiones en que por días y noches se enredaban los mas eruditos, trayendo a
tal ocurrencia citas de textos sagrados, los más raros y refundidos.
Y era de ver y era de oír y de saber la plácida
tertulia de los poetas, el dulce arrebato de los músicos y la inaplazable labor
de los pintores, todos entregados a construir mundos sobrenaturales con los
recados y privilegios del arte.
Reza en viejas crónicas, entre apostillas frondosas
de letra irregular, que a nada se redujo la conversación de los filósofos y los
sabios; pues, ni mencionan sus nombres, para confundirles la Suprema Sabiduría
les hizo oír una voz que les mandaba se ahorraran el tiempo de escribir sus
obras. Conversaron un siglo sin entenderse nunca ni dar una plumada, y diz que
cavilaban en tamaños errores.
De los artistas no hay mayores noticias. Nada se
sabe de los músicos. En las iglesias se topan pinturas empolvadas de imágenes
que se destacan en fondos pardos al pie de ventanas abiertas sobre panoramas
curiosos por la novedad del cielo y el sin número de volcanes. Entre los
pintores hubo imagineros y a juzgar por las esculturas de Cristos y Dolorosas
que dejaron, deben haber sido tristes y españoles. Eran admirables. Los
literatos componían en verso, pero de su obra sólo se conocen palabras sueltas.
Prosigamos. Mucho me he detenido en contar cuentos
viejos, como dice Bernal Díaz del Castillo en "La Conquista de Nueva
España", historia que escribió para contradecir a otro historiador; en
suma, lo que hacen los historiadores.
Prosigamos con los monjes...
Entre los unos, sabios y filósofos, y los otros,
artistas y locos, había uno a quien llamaban a secas el Monje, por su celo
religioso y santo temor de Dios y porque se negaba a tomar parte en las
discusiones de aquéllos en los pasatiempos de éstos, juzgándoles a todos
víctimas del demonio.
El Monje vivía en oración dulces y buenos días,
cuando acertó a pasar, por la calle que circunda los muros del convento, un
niño jugando con una pelotita de hule.
Y sucedió...
Y sucedió, repito para tomar aliento, que por la
pequeña y única ventana de su celda, en uno de los rebotes, colóse la pelotita.
El religioso, que leía la Anunciación de Nuestra
Señora en un libro de antes, vio entrar el cuerpecito extraño, no sin turbarse,
entrar y rebotar con agilidad midiendo piso y pared, pared y piso, hasta perder
el impulso y rodar a sus pies, como un pajarito muerto. ¡Lo sobrenatural! Un
escalofrío le cepilló la espalda.
El corazón le daba martillazos, como a la Virgen
desustanciada en presencia del Arcángel. Poco, necesitó, sin embargo, para
recobrarse y reír entre dientes de la pelotita. Sin cerrar el libro ni
levantarse de su asiento, agachóse para tomarla del suelo y devolverla, y a
devolverla iba cuando una alegría inexplicable le hizo cambiar de pensamiento:
su contacto le produjo gozos de santo, gozos de artista, gozos de niño...
Sorprendido, sin abrir bien sus ojillos de
elefante, cálidos y castos, la apretó con toda la mano, como quien hace un
cariño, y la dejó caer en seguida, como quien suelta una brasa; mas la
pelotita, caprichosa y coqueta, dando un rebote en el piso, devolvióse a sus manos
tan ágil y tan presta que apenas si tuvo tiempo de tomarla en el aire y correr
a ocultarse con ella en la esquina más oscura de la celda, como el que ha
cometido un crimen.
Poco a poco se apoderaba del santo hombre un deseo
loco de saltar y saltar como la pelotita. Si su primer intento había sido
devolverla, ahora no pensaba en semejante cosa, palpando con los dedos
complacidos su redondez de fruto, recreándose en su blancura de armiño, tentado
de llevársela a los labios y estrecharla contra sus dientes manchados de
tabaco; en el cielo de la boca le palpitaba un millar de estrellas. . .
—¡La Tierra debe ser esto en manos del Creador!
—pensó.
No lo dijo porque en ese instante se le fue de las
manos —rebotadora inquietud—, devolviéndose en el acto, con voluntad extraña,
tras un salto, como una inquietud.
—¿Extraña o diabólica?...
Fruncía las cejas —brochas en las que la atención
riega dentífrico invisible—y, tras vanos temores, reconciliábase con la
pelotita, digna de él y de toda alma justa, por su afán elástico de levantarse
al cielo.
Y así fue como en aquel convento, en tanto unos
monjes cultivaban las Bellas Artes y otros las Ciencias y la Filosofía, el
nuestro jugaba en los corredores con la pelotita.
Nubes, cielo, tamarindos. . . Ni un alma en la
pereza del camino. De vez en cuando, el paso celeroso de bandadas de pericas
domingueras comiéndose el silencio. El día salía de las narices de los bueyes,
blanco, caliente, perfumado.
A la puerta del templo esperaba el monje, después
de llamar a misa, la llegada de los feligreses jugando con la pelotita que
había olvidado en la celda. ¡Tan liviana, tan ágil, tan blanca!, repetíase
mentalmente. Luego, de viva voz, y entonces el eco contestaba en la iglesia,
saltando como un pensamiento:
¡Tan liviana, tan ágil, tan blanca!. .. Sería una
lástima perderla. Esto le apenaba, arreglándoselas para afirmar que no la
perdería, que nunca le sería infiel, que con él la enterrarían. . ., tan
liviana, tan ágil, tan blanca . . .
¿Y si fuese el demonio?
Una sonrisa disipaba sus temores: era menos
endemoniada que el Arte, las Ciencias y la Filosofía, y, para no dejarse mal
aconsejar por el miedo, tornaba a las andadas, tentando de ir a traerla,
enjuagándose con ella de rebote en rebote..., tan liviana, tan ágil, tan blanca
. . .
Por los caminos—aún no había calles en la ciudad
trazada por un teniente para ahorcar— llegaban a la iglesia hombres y mujeres
ataviados con vistosos trajes, sin que el religioso se diera cuenta, arrobado
como estaba en sus pensamientos. La iglesia era de piedras grandes; pero, en la
hondura del cielo, sus torres y cúpula perdían peso, haciéndose ligeras,
aliviadas, sutiles. Tenía tres puertas mayores en la entrada principal, y entre
ellas, grupos de columnas salomónicas, y altares dorados, y bóvedas y pisos de
un suave color azul. Los santos estaban como peces inmóviles en el acuoso
resplandor del templo.
Por la atmósfera sosegada se esparcían tuteos de
palomas, balidos de ganados, trotes de recuas, gritos de arrieros. Los gritos
abríanse como lazos en argollas infinitas, abarcándolo todo: alas, besos,
cantos. Los rebaños, al ir subiendo por las colinas, formaban caminos blancos,
que al cabo se borraban. Caminos blancos, caminos móviles, caminitos de humo
para jugar una pelota con un monje en la mañana azul. . .
—¡Buenos días le dé Dios, señor!
La voz de una mujer sacó al monje de sus
pensamientos. Traía de la mano a un niño triste.
—¡Vengo, señor, a que, por vida suya, le eche los
Evangelios a mi hijo, que desde hace días está llora que llora, desde que
perdió aquí, al costado del convento, una pelota que, ha de saber su merced,
los vecinos aseguraban era la imagen del demonio...
(... tan liviana, tan ágil, tan blanca. . .)
El monje se detuvo de la puerta para no caer del
susto, y, dando la espalda a la madre y al niño, escapó hacia su celda, sin
decir palabra, con los ojos nublados y los brazos en alto.
Llegar allí y despedir la pelotita, todo fue uno.
—¡Lejos de mí, Satán! ¡Lejos de mí, Satán!
La pelota cayó fuera del convento—fiesta de brincos
y rebrincos de corderillo en libertad—, y, dando su salto inusitado, abrióse
como por encanto en forma de sombrero negro sobre la cabeza del niño, que
corría tras ella. Era el sombrero del demonio.
Y así nace al mundo el Sombrerón.
El cadejo
Hubo un joven que era muy trasnochador.
Se llamaba Carlos Roberto y era guardián de un terreno. Siempre que regresaba
ya muy entrada la noche, encontraba un perro blanco enfrente de su puerta. Era
grande y peludo, pero nunca dejaba que Carlos se le acercara. El perro al ver
que él entraba a su casa se sacudía, daba vuelta y desaparecía. Y esto sucedía
todas las noches que Carlos llegaba muy tarde a su casa. Un día de tantos,
Carlos quiso seguirlo para verlo de cerca y de donde venía, pero nunca lo logro
alcanzar.
Alguien le dijo que era El Cadejo, y
que cuidaba de su mujer y sus hijos cuando el no estaba. Este es el Cadejo
bueno, el que anda y cuida a las mujeres, porque el Cadejo negro es que siempre
anda detrás de los hombres que están borrachos
Hace tiempo, cuando don Héctor estaba
en la estudiantina de la iglesia, salía con sus amigos a dar serenatas por
todas las calles. Y una de estas veces le paso algo inexplicable. Ya venían de
regreso de una serenata, y durante el camino de regreso, todos los muchachos se
iban quedando en calles distintas, para ir a sus casas. Ya solo quedan don
Héctor y don Felipe, al pasar por el parque, se les pegó un perro negro de gran
tamaño y con los ojos rojos; empezaron a caminar más rápido, pero el perro no
de perdía. Ya los dos se empezaron a sentir cansados de caminar, al llegar a la
casa de don Felipe, se entraron los dos y cerraron rápido la puerta, entonces
aquel perro empezó a empujar la puerta con los cascos de sus patas, la mama de
aquel joven salió con un crucifijo y le hizo la señal de la cruz, después de
esto, el perro desapareció. Don Héctor decía que el Cadejo se los quiso llevar.
José había estado chupando con sus amigos durante todo el día, y ya entrada la noche estaba tan bolo que se quedó tirado en una calle. En horas de la madrugada, ya medio bueno, se estaba tratando de parar, cuando vio un perro negro muy lanudo que le paso la lengua por la boca. Con mucho trabajo se logro parar, y se fue como pudo se fue caminando por todas la calles; detrás de él iba el perro, que hacia ruido con sus casquitos de cabra. En el tanque de San Gaspar uno hombres quisieron robarle a José, pero el gran perro lo defendió y lo siguió hasta dejarlo en la puerta de su casa. Después de ese día el perro lo siguió durante nueve noches seguidas. Porque cuando el Cadejo, le lame la boca a uno le sigue por nueve días. Y también uno nunca más deja de tomar, por eso José se murió por bolo.
Leyenda de la Llorona
Una
de las leyendas más populares de Guatemala es la leyenda de
la Llorona. Se le describe como una mujer que perdió a sus
hijos. Luego se convirtió en alma en pena que los
busca en vano para toda la eternidad, aterrorizando con su llanto a todo el que
la escucha.
Según
el mito, la Llorona se aparece vestida de blanco y con el rostro
cubierto por un velo. Camina de forma lenta hasta
acercarse a un lugar con agua, en el cual desaparece.
En
una de las versiones de la leyenda, se afirma que el nombre de dicha mujer era
María. Ella pertenecía a la alta sociedad y estaba casada con un hombre
adinerado y bastante mayor que ella. Además, erra costumbre de esta mujer
despilfarrar las riquezas de su esposo y divertirse frecuentemente en fiestas y
eventos sociales. Durante sus años de matrimonio, la pareja tuvo dos hijos.
Inesperadamente, el esposo de María falleció y la
riqueza se fue terminando. Luego de vender sus pertenencias, la mujer no halló
forma de seguir alimentando a sus hijos. Por lo que un día les hizo creer que
los llevaría de paseo.
Al
llegar al lugar que tenía planeado, arrojó a los menores a un caudaloso río en
el que murieron. La mujer abandonó el lugar, pero el remordimiento la hizo
regresar y tirarse también al río.
Continúa
la leyenda afirmando a partir de la medianoche, su alma deambula por las calles de Guatemala
llorando y gritando ¡Aaaay
mis hijos! Existen quienes afirman haberla visto cerca de cualquier
lugar en donde haya agua.
Leyenda de
la Siguanaba
Una mujer vestida de blanco y largos cabellos negros que aparece por los ríos y las veredas solitarias. Se hace seguir, por los hombres que trasnochan buscando aventuras nocturnas, sin dejarse ver el rostro. Luego los pierde en los barrancos, tras haberles mostrado su cara de caballo.
La leyenda
Un hombre después de trasnochar caminando cerca de un fuente, veía el cielo las estrellas centellantes; ni siquiera había amanecido cuando vio bañándose en el agua fría de la fuente una mujer con un hermoso vestido blanco, de hermosa figura, cabello largo y negro.
El hombre le preguntó:
Que haces a esta hora bañándote, quieres que te ayude?
La hermosa mujer dejó de bañarse, y sin mostrarle el rostro le hizo una señal.
Me está llamando dijo el borrachín.
La mujer caminó hacia el cementerio y el hombre la siguió impaciente e incansablemente, cada vez que se le acercaba, la mujer se desplazaba lejos de el.
Entonces el hombre por fin la alcanzó y pudo contemplar su rostro endemoniado, parecía un caballo, ésta se abalanzó sobre el y trató de llevárselo gimiendo un grito escalofriante, enterrándole las uñas para sepultarlo en los barrancos cercanos.
Desesperadamente el hombre recogió una medallita que tenía colgada en el cuello, y empezó a orar ya que no podía escapar de la mujer.
Cuando la mujer vio la medalla lo soltó y se lanzó al barranco.
El hombre sobrevivió al ataque y llegó a su casa con sus brazos y espalda desgarrados. Su familia trató de curarlo pero el hombre contó la historia y murió a los pocos días debido a sus heridas que nunca sanaron.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhvYYeHRp-ID21DjOjbwnfYJ_Z-mUyHceb509qqT7quv7LipNmtYlI3Yvw7daSm-PtHmzs3E0VEhhFiW8AY0WfcDKGX2HKViaROJZs7EE9rY2-I4R_Uqb7C98QiDas3mS__GMZNcdztvRo/s400/la_siguanaba_web.jpg)
La
Tatuana:
Según las leyendas de Guatemala, la historia
de La Tatuana cuenta acerca de una mujer acusada de brujería,
motivo por el que fue encarcelada y sometida a las leyes de la santa
inquisición. Se dice que por tal acusación, la mujer se volvió loca e hizo
un pacto con el diablo, quien la liberó de la cárcel y la condenó a vagar
eternamente sobre un barco en los días de lluvia.
Una de las versiones de la
leyenda más antiguas, afirma que en Guatemala, en la época colonial,
existió una mujer joven y bella de origen mulato a la que llamaban
Tatuana. Esta mujer disfrutaba de los placeres carnales y placeres de lujo,
actitudes que no eran bien vistas en una sociedad como la de ese entonces.
Se acusó a la mujer de
brujería y de hacer hechizos para atraer a los hombres, además de codicia y de
no seguir los preceptos de la Iglesia. Todos esos motivos dieron paso a que La
Tatuana fuera juzgada por el tribunal de la Santa Inquisición y fue
condenada a muerte.
La mujer se rehusó a
confesar sus pecados antes de morir y según cuentan, la noche anterior a su
ejecución pidió como última favor que le brindaran un trozo de carbón, unas
velas y unas rosas blancas.
Con los implementos que
pidió realizó en su celda un altar en el que hizo un hechizo, con el
trozo de carbón pintó en la pared un gran barco mientras recitaba
conjuros, por lo que se apareció frente a ella el demonio, quien la sacó de la
celda en el barco que había pintado en la pared.
En el libro Leyendas de Guatemala
de Miguel Ángel Asturias se relata que La Tatuana fue una esclava
cuyo amo poseía conocimientos de magia negra e instruyó como su alumna a la
misma, con el tiempo le tomó aprecio y la dejó en libertad, tatuándole con la
uña un barco en el brazo, con el propósito de que a través de ese símbolo, ella
pudiera escapar de cualquier peligro.
Leyenda del coco
El Coco, es un ser que gusta de asustar a
los niños que no quieren dormir. Sus preferidos son aquellos que no obedecen o
que se portan muy mal. Al Coco le
gusta esconderse en los cuartos de los niños
mal educados, así como también en sus armarios, en los cajones y debajo de la
cama para poder asustarlos en la noche.
Hay otro tipo de Coco que aparece en las noches que no
hay luna. Este pone a los niños mentirosos en una bolsa para convertirlos en
jabón. Cuando un niño hace algo indebido, debe pedir disculpas y aceptar su
castigo, de lo contrario recibirá la visita de "El Coco". Esa es la única
manera de salvarse de este malévolo
ser.
El aspecto del Coco varia en muchos lares, puede ser
de forma fantasmal y con una cabeza con tres agujeros (dos para sus ojos y uno
para su boca), así como también en otros lados es conocido como el Hombre del
Saco (en Brasil y Cataluña), o "El pequeño Hombre (Bahamas), en Bulgaria
como el terrible "Torbalan". En Noruega y Dinamarca el
"Bussemanden", en Finlandia como el "Mörkö".
EL CERRO ENCANTADO DE LA CAMPANA
Según la tradición oral,
los primeros ganaderos del pueblo llegados del oriente de Guatemala, le dieron
este nombre por su configuración, o sea, por su forma de campana. Las vacas que
se internaban en este cerro enloquecían, por eso, ningún vaquero se atrevía ir
por ellas, de modo que, tenían que esperar a que solas retornaran. Cuenta la
leyenda que a las doce del mediodía y de la noche, se oía el fuerte y sonoro
repicar de una vieja campana.
Ya muy pocos la escuchan
porque unos ganaderos le suplicaron a un religioso para que fuera a rezar al
lugar, allá por los años distantes de 1910.En 1909, un vaquero, oriundo de
Conetas, Chiapas, que había llegado a residir al pueblo legendario de Santa Ana
Huista, quiso demostrar su valentía poniendo oídos sordos a los consejos, y un
día se internó al cerro a arrearlas. Pasaron horas y no salía. Las vacas que
habían internado salieron, más no él. Según las consejas de algunos ancianos
del pueblo, el Dueño del Cerro las utilizaba para asustar a la gente. El
vaquero que le acompañaba se alarmó y comenzaba a llamarle a gritos, con una
voz de inmensa desesperación. El acompañante se atemorizaba de su mismo eco, ya
que en ese entonces las montañas eran más frondosas. Estaba ya a punto de ir a
avisar sobre lo acontecido, cuando al fin salió el desaparecido. Enmudecido.
Sin pronunciar un solo acento. Borracho. Sumamente pálido.
Con la mirada extraña.
Con un semblante aterrorizado. Poco tiempo tardó en pie y como árbol caduco,
cayó sobre la verde grama. Su compañero no osaba tocarle para auxiliarlo. Sin
ningún contacto físico, le llamaba por su nombre. Transcurrieron unos minutos,
eternidad para el acompañante. El vaquero, por fin volvió en sí, y miraba
fijamente a su acompañante, señalándole y diciéndole: -¿Eres el Cachudo? Si lo
eres, te voy a cortar la cabeza con mi machete. Según la leyenda, en el cuerpo
del interrogado se deslizaba un miedo inusitado y tan solo respondía un no con
la cabeza, pues las palabras no querían hacerse escuchar, por el mismo miedo.
Poco tiempo tardó el hechizo del cerro y ambos retornaron a una tranquilidad
incompleta.
El vaquero, con voz
entrecortada le dijo: “Cuando entré con soga en mano a arrear las vacas, sentí
un ambiente extraño, cuando se me apareció un hombre feo que más parecía cabro,
entendí que era el Diablo. Todo mi cuerpo se puso helado y ya no me podía mover
nada. Me quedé como palo y solo pude oír cuando me dijo que para entrar a los
cerros tenía que pedir permiso. Me regañó, y después desapareció. Entonces,
comencé a buscar el camino y no lo encontraba: estaba perdido porque no miraba
bien, y a como pude, salí”. Narra la leyenda que a partir de ese día, ya nadie
se atrevió a internarse en ese cerro.
La Siguamonta
Como primera historia
paso a relatarles una que le sucedió a mi madre hace ya muchos años
cuando era una niña aun. La siguamonta
es un ave pequeña de hermosos plumajes con los cuales encanta a las personas
haciendo que estas la persigan con la intención de atraparla, hasta
que sin darse cuenta se encuentran demasiado lejos de
donde comenzaron su persecución y/o en lugares peligrosos.
Después de esta breve introducción a la leyenda original que por supuesto espero contarla más detenidamente pasó a relatarles lo sucedido.
Todos los domingos la familia de mis abuelos asistía a la misa dominical a la iglesia de Fátima la cual quedaba en el pueblo de al lado, por el camino uno se tardaba alrededor de 30 min a pie puesto q no avían carros en aquel entonces y mis abuelos no disponían de los suficientes caballos para los ocho miembros de la familia que eran..
Un domingo en la mañana mi madre salió a traer crema y queso a los ángeles, un caserío cercano pero ella se retrasó más de los esperado y regreso a su casa a las 10:30 y ya que la misa era a las 11:00, mi madre se encontró con que el resto de la familia ya había partido a la iglesia, al darse cuenta apresuro a aseares y prepararse para la misa pero al ver por el camino normal se aria más tiempo de lo que tenía. Por lo que decidió irse cruzando la finca que queda atrás de la casa donde pensó que se ahorraría al menos 10 minutos, ya había caminado por lo menos 15 metros cuando escucho el canto de una ave, pero no le dio importancia, unos varios pasos más adelante lo volvió a oír y entonces volteo en busca del ave cuando vio un a ver hermosa del tamaño de un gorrión, era de un azul cielo con dorado en la cabeza y una cola de un color celeste pavo relativa mente larga para el tamaño del ave, en fin un ave hermosa la cual mi madre se acercó al poste donde estaba y el ave salto al siguiente poste, y mi madre se siguió acercando esta escena se repitió a lo largo del cerco hasta que llego a un árbol alto y se posó en la rama más baja, y mi madre empezó a subir el árbol hasta alcanzarla pero el ave saltaba de rama en rama huyendo de ella, mi madre en su afán de atraparla subió a lo largo de todo el árbol hasta q sintió un viento helado seguido del vaivén del árbol fue en ese momento cuando se percató de que se encontraba a 20 mts del suelo, un miedo aterrador paralizo a mi madre quien tras varias horas se armó de valor y logro bajar del árbol.
Al estar en tierra noto que el cerco era más largo de lo que ella pensaba y se encontraba a más de los 15 mts de donde espeso la aterradora persecución. Al regresar a su casa la familia entre penas y angustias le preguntaban q donde estaba y por qué no había llegado a misa y mi madre les relato la historia con sumo cuidado...
Después de esta breve introducción a la leyenda original que por supuesto espero contarla más detenidamente pasó a relatarles lo sucedido.
Todos los domingos la familia de mis abuelos asistía a la misa dominical a la iglesia de Fátima la cual quedaba en el pueblo de al lado, por el camino uno se tardaba alrededor de 30 min a pie puesto q no avían carros en aquel entonces y mis abuelos no disponían de los suficientes caballos para los ocho miembros de la familia que eran..
Un domingo en la mañana mi madre salió a traer crema y queso a los ángeles, un caserío cercano pero ella se retrasó más de los esperado y regreso a su casa a las 10:30 y ya que la misa era a las 11:00, mi madre se encontró con que el resto de la familia ya había partido a la iglesia, al darse cuenta apresuro a aseares y prepararse para la misa pero al ver por el camino normal se aria más tiempo de lo que tenía. Por lo que decidió irse cruzando la finca que queda atrás de la casa donde pensó que se ahorraría al menos 10 minutos, ya había caminado por lo menos 15 metros cuando escucho el canto de una ave, pero no le dio importancia, unos varios pasos más adelante lo volvió a oír y entonces volteo en busca del ave cuando vio un a ver hermosa del tamaño de un gorrión, era de un azul cielo con dorado en la cabeza y una cola de un color celeste pavo relativa mente larga para el tamaño del ave, en fin un ave hermosa la cual mi madre se acercó al poste donde estaba y el ave salto al siguiente poste, y mi madre se siguió acercando esta escena se repitió a lo largo del cerco hasta que llego a un árbol alto y se posó en la rama más baja, y mi madre empezó a subir el árbol hasta alcanzarla pero el ave saltaba de rama en rama huyendo de ella, mi madre en su afán de atraparla subió a lo largo de todo el árbol hasta q sintió un viento helado seguido del vaivén del árbol fue en ese momento cuando se percató de que se encontraba a 20 mts del suelo, un miedo aterrador paralizo a mi madre quien tras varias horas se armó de valor y logro bajar del árbol.
Al estar en tierra noto que el cerco era más largo de lo que ella pensaba y se encontraba a más de los 15 mts de donde espeso la aterradora persecución. Al regresar a su casa la familia entre penas y angustias le preguntaban q donde estaba y por qué no había llegado a misa y mi madre les relato la historia con sumo cuidado...
Excelente trabajo 👏🏻
ResponderBorrarBuen trabajo !!!
ResponderBorrarBonito trabajo!
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